EL AGUIJÓN
VENEZUELA: RECUPERAR LA ESPERANZA DESDE LA RAZÓN.
Por: Arturo Molina.
En
Venezuela, despertar con la sensación de que la esperanza se desvanece no es
una metáfora, sino una realidad que se repite en generaciones y acompaña el día
a día de millones. Ante esta compleja circunstancia, más que resignarnos,
debemos abrir espacios de reflexión serena y crítica sobre los desafíos
políticos, sociales y morales que enfrentamos como nación. Solo desde la
inteligencia, el respeto mutuo y la conciencia ciudadana podremos reencontrar
el rumbo.
Durante décadas, las promesas de
soluciones rápidas ante la desigualdad y la crisis institucional capturaron el
anhelo de los más vulnerables. Sin embargo, la profundidad de nuestros
problemas exige más que respuestas inmediatas: demanda la construcción paciente
de una democracia sólida, basada en el trabajo constante y el fortalecimiento
de nuestro tejido cívico.
La tentación de creer en figuras que
ofrecen remedios mágicos es comprensible, pero también peligrosa. Como advirtió
Amartya Sen, el desarrollo no se mide solo por el crecimiento económico, sino
por la expansión de las libertades, la protección de los derechos y el respeto
por las normas democráticas. Solo sobre esas bases podrá levantarse una
sociedad verdaderamente libre y justa.
El destino de Venezuela no depende
únicamente de quienes gobiernan, sino también de la calidad de nuestra
ciudadanía. Cuando la ley se debilita, la confianza se erosiona y el diálogo se
sustituye por la descalificación, la convivencia se resquebraja. Retomar la
tolerancia y el encuentro, como recordaba Norberto Bobbio, es un deber esencial
para resolver los conflictos sin caer en la confrontación estéril.
La esperanza, aunque hoy parezca lejana,
puede recuperarse mediante la conciencia crítica y la participación
responsable. La verdadera revolución no está en el ruido del reclamo, sino en
la firmeza de la razón y en la exigencia de instituciones transparentes que
rindan cuentas.
El pueblo venezolano merece un liderazgo
serio, respeto a su inteligencia y un sistema institucional que garantice
justicia y oportunidades. Rechazar la manipulación y cultivar el pensamiento
propio no es un acto de rebeldía, sino de madurez cívica.
Hoy, más que nunca, la reconstrucción del país exige elevar
la calidad del debate público, desde el respeto y la verdad. Solo así la
esperanza podrá volver, no como ilusión frágil, sino como proyecto tangible y
sostenible de futuro. Porque el mejor antídoto contra el desencanto no es la
resignación, sino la voluntad de pensar, disentir con respeto y construir
juntos la Venezuela que aún soñamos.
Arturo Molina
@jarturomolina1
www.trincheratachirense3.wordpress.com
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