EL AGUIJÓN
CUANDO LA LUZ NOS MIRA.
Por: Arturo Molina.
Hay días en que el dolor y la esperanza conviven en la
misma calle. Hoy, la canonización de José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles
vuelve a encender una luz espiritual, ética y social sobre Venezuela. En medio
de nuestra historia marcada por carencias, incertidumbre y desencuentro, se nos
invita a contemplar el ejemplo de quienes, contra todo pronóstico, apostaron
por el bien común.
José Gregorio —el médico de los pobres— caminaba por
su país entregando salud y consuelo con una frase sencilla y transformadora:
“El trabajo es la oración de quienes aman”. La Madre Carmen Rendiles, mientras
tanto, dedicaba su vida a servir a los más olvidados. Su canonización
trasciende la devoción religiosa; es un llamado universal a reconocer la
belleza de la entrega silenciosa y la grandeza de construir la paz aún en
circunstancias adversas.
Pero el júbilo espiritual choca de frente con la
realidad que nos rodea. Venezuela vive una crisis social y económica que hiere
la dignidad de millones. Las dificultades para acceder a lo esencial, la
devaluación sostenida y la volatilidad política han convertido el día a día en
un reto. Peor aún, la división interna es profunda: la confrontación constante
entre quienes apoyan al gobierno, sectores opositores más confrontativos y
otros que apuestan al diálogo ha creado cicatrices difíciles de sanar. La libertad
de pensamiento, uno de los pilares de toda sociedad democrática, está hoy
amenazada. Más de 800 presos políticos nos recuerdan el precio de expresar una
idea distinta, bajo acusaciones que van de “enemigos” a “fascistas”. El país
sufre detenciones abruptas, procesos judiciales inciertos y la erosión del
estado de derecho, mientras la Constitución parece desdibujarse frente a la
voluntad de unos pocos.
En este contexto, la presión internacional añade otra
capa de complejidad. El conflicto con el actual gobierno de Estados Unidos y la
retórica del enfrentamiento externo sirven, muchas veces, para distraer la
atención y legitimar posturas de poder que poco alivian el sufrimiento
cotidiano. Como en otras épocas, la injerencia extranjera refuerza narrativas
que ocultan la verdadera causa de nuestros males. Las historias del pasado,
donde pueblos fueron subyugados por potencias extranjeras, se repiten hoy en la
manipulación del miedo y la esperanza de la gente.
Sin embargo, la vida de nuestros nuevos santos señala
otro rumbo. Son el recordatorio vivo de que hay caminos de entrega y
reconciliación. ¿Qué aprender de quienes eligieron la generosidad? Que solo en
el respeto por el pensamiento distinto, en el derecho a disentir y en la
búsqueda activa del reencuentro, podremos reconstruir una Venezuela inclusiva,
digna y libre. Necesitamos instituciones autónomas, participación genuina y
respeto absoluto a la Constitución. Necesitamos, por sobre todo, reconocernos
unos a otros en nuestra humanidad, aun cuando pensemos diferente.
El futuro del país reside en la capacidad de
transformar el dolor en punto de partida. Apostar al cambio significa reclamar
verdad y justicia: que la voluntad de los ciudadanos vuelva a ser respetada,
que los procesos sean transparentes, que todos participen en la construcción
del destino colectivo. No es resignación, sino compromiso; no es confrontación,
sino el arte —y la urgencia— de reencontrarnos.
Hoy, cuando la luz nos mira, ¿podremos mirarnos los
unos a los otros con la misericordia y la determinación que Venezuela merece? Tal
vez ahora sea el momento de dejar de mirar solo a los líderes y volver nuestra
atención hacia la fuerza de la ciudadanía que puede cambiar el país desde
adentro. Porque cuando la luz nos mire, que nos encuentre unidos, conscientes y
dispuestos a transformar lo que somos para construir lo que merecemos.
ARTURO
MOLINA.
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
www.trincheratachirense3.wordpress.com
jarturomolina@gmail.com
