¿DEMOCRACIA O DESPOJO? EL NUEVO ROSTRO DE LA ESCLAVITUD.

 

EL AGUIJÓN

¿DEMOCRACIA O DESPOJO? EL NUEVO ROSTRO DE LA ESCLAVITUD.

Por: Arturo Molina.

La narrativa oficial nos consuela con la imagen de un orden mundial volcado a la paz, la democracia y la seguridad. Sin embargo, al observar las cicatrices de los conflictos actuales, la fachada se desploma. La realidad es más cruda: la paz no se ve amenazada por choques de ideales, sino por una ambición voraz de recursos disfrazada de estrategia. El motor de esta dinámica se refleja en cifras irrefutables: el gasto militar mundial alcanzó un nuevo récord de 2.7 billones de dólares solo en 2024, un aumento que se opone directamente al artículo 26 de la Carta de la ONU, que aboga por desviar recursos hacia la paz y la seguridad internacional. En este siglo XXI, poseer reservas energéticas sin tener el escudo de la alta tecnología es, paradójicamente, una condena. El motor que mueve al mundo no es la justicia, sino la urgencia de las potencias por alimentar sus maquinarias, un imperativo que ignora cualquier noción de ética o respeto a la dignidad humana. De hecho, la propia Oficina de las Naciones Unidas para el Mantenimiento de la Paz reconoce que los recursos naturales están cada vez más en la raíz de la escasez y los conflictos.

 

En este tablero de intereses, instituciones como la ONU, la OEA o la OTAN han extraviado su brújula moral. Lo que nació como espacios para el diálogo imparcial hoy parecen estructuras fatigadas, a menudo reducidas a marionetas de la hegemonía de turno. El control de la riqueza ajena se disfraza de "intervención humanitaria", un paraguas que solo se abre cuando hay yacimientos que extraer. Las decisiones vitales mueren en los escritorios de quienes tienen derecho a veto, consolidando un sistema de vasallaje donde la soberanía es una palabra vacía. Esta parálisis no es accidental: el poder de veto del Consejo de Seguridad, ejercido para proteger intereses propios, ha provocado que, según la Organización Internacional de Organizaciones No Gubernamentales -Oxfam- (Comité de Oxford del Reino Unido, de ayuda contra el hambre, fundada en 1942), casi la mitad de las crisis prolongadas recientes (11 de 23) hayan obtenido menos de cinco resoluciones en la última década. Más aún, datos históricos revelan que, entre 1966 y 2016, 119 de los 153 vetos fueron emitidos por los tres miembros de la OTAN que integran el Consejo: Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Así, estas alianzas globales actúan como caballos de Troya, permitiendo una colonización moderna que no necesita declarar la guerra para tomar posesión de la vida ajena.

 

Este escenario empuja a los ciudadanos de los países periféricos hacia un dilema desgarrador. Quienes sobreviven bajo regímenes internos asfixiantes, que ignoran la voluntad popular y siembran miseria, terminan viendo en la bota extranjera una esperanza de rescate. Es una trampa trágica. Esta supuesta salvación es, en realidad, un pacto faustiano: el tirano doméstico es reemplazado por un amo externo que garantiza su flujo de energía mientras el tejido social se desmorona. Lo que se ofrece como libertad es un regreso anacrónico al servilismo, donde se imponen socios y se trazan fronteras a medida de la conveniencia foránea, resucitando incluso sombras de división racial y discriminación que creíamos superadas. En este sentido, el catedrático y jurista italiano Luigi Ferrajoli, uno de los principales teóricos del garantismo jurídico, ha advertido que solo "el sentido de una radical asimetría entre “nosotros” y “ellos” permite promover y practicar estas políticas de muerte", evidenciando que el despojo no solo es económico, sino que se justifica en la anulación de la dignidad del otro. Es el intento de borrar nuestra esencia mestiza para dividirnos y, finalmente, vencernos.

 

Ante este entreguismo que asombra y duele, surge la pregunta inevitable: ¿estamos condenados a ser el patio trasero del mundo? La respuesta debe nacer de la resistencia y no de la claudicación. No podemos permitir que el futuro se escriba con la tinta de la resignación. La verdadera salida no vendrá de una caridad internacional que solo busca tutelaje, sino de una conciencia cívica que recupere la soberanía desde adentro. La paz mundial no dependerá de un desprendimiento ético que las potencias nunca han mostrado, sino de nuestra capacidad para unirnos en bloques de dignidad, protegiendo nuestros recursos no como un botín para el saqueo, sino como la base de un desarrollo que nos pertenezca a todos.

Arturo Molina

@jarturomolina1

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