LAS VIDAS ROTAS

 EL AGUIJÓN

LAS VIDAS ROTAS.

Por: Arturo Molina

El discurso de un crecimiento económico es, para la mayoría de los venezolanos, una burla cruel. Mientras en los despachos gubernamentales maquillan e inflan cifras para sacarlas a la luz pública con la intención de generar una matriz de opinión que les favorezca, la realidad que se vive en las calles, en los hogares, en los mercados a los que acuden las personas es totalmente diferente, y de eso no se pueden esconder los jerarcas del gobierno, porque esa es su responsabilidad. Ese presunto crecimiento es un oasis para unos pocos, tal vez los más cercanos a ese entorno.

¿De qué sirve que la economía crezca si la inmensa mayoría de la población está estancada? Un salario mínimo que no llega a cubrir el valor de un dólar al mes no es solo una estadística, es una condena. Hoy, la consecuencia de esta política es una realidad ineludible: a la fecha 16/08/2025, un dólar equivale a 135,64 bs según la tasa del Banco Central de Venezuela (B.C.V), desplomando el salario de 110 bs a 0.81 centavos de dólar. Esa es la prueba irrefutable de que la política salarial ha fracasado catastróficamente, dejando a millones de trabajadores en una situación de miseria estructural. Es el reflejo de una desconexión total y absoluta entre quienes toman las decisiones y la gente que padece sus consecuencias. Esa crueldad se refleja en el rostro humano de la madre que tiene que decidir entre comprar medicinas o comida para sus hijos. Es la angustia del padre que, con su trabajo, no puede asegurar una vida digna a su familia. Es la frustración de una generación entera que ha visto sus sueños pulverizados por la falta de oportunidades. El verdadero drama no son los números, sino las vidas rotas que se esconden detrás de ellos.

Esa desconexión tiene un efecto devastador que va más allá de la economía personal. Se ha normalizado la dependencia de bonos y ayudas estatales, lo que ha generado una cultura de subsistencia, en lugar de una de crecimiento y productividad. Es una estrategia que no fomenta la innovación ni el emprendimiento, sino la resignación y la espera. Mientras tanto, el bono de guerra económica, que se presenta como una tabla de salvación, es, en realidad, un paliativo temporal que no soluciona el problema de raíz: un salario digno. El gobierno ha despojado al trabajo de su valor, lo que tiene consecuencias incalculables para el tejido social de la nación. El espejismo se ha vuelto tan elaborado que han tomado medidas drásticas, sancionando y eliminando a quienes se atrevieron a publicar el precio del dólar paralelo. Pareciera que, al ocultar la medición, se pudiera detener el mal. Sin embargo, la verdad se impone por sí misma: el bolívar continúa su implacable ritmo de depreciación.

La verdadera recuperación económica no se mide en porcentajes de crecimiento, sino en la capacidad de una familia para vivir con dignidad de su salario. No se mide en la cantidad de dólares que circulan en unos pocos barrios, sino en la posibilidad de que un profesional, un obrero, o un agricultor puedan prosperar en su propio país. No se mide en la estabilidad de la moneda, sino en la estabilidad del hogar venezolano. Si el objetivo es construir un país de verdad, el primer paso es dejar de mentirnos y asumir los errores abandonando los discursos huecos y las estadísticas maquilladas, y enfrentar la realidad que nos golpea a diario. Solo así podremos construir una recuperación que sea real y justa para todos, no solo para unos pocos.

Arturo Molina

@jarturomolina1

www.trincheratachirense.blogspot.com

jarturomolina@gmail.com

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