EL AGUIJÓN
EDUCAR
PARA LIBERAR: URGENCIA NACIONAL.
Por: Arturo Molina
En una
pequeña comunidad rural de Venezuela, una maestra jubilada decide convertir su
casa en un aula improvisada. Sus estudiantes no tienen pupitres ni libros
nuevos, pero asisten con ilusión porque allí, al menos, encuentran palabras de
aliento, lápices compartidos y una pizca de esperanza. Esta escena no es una
anécdota aislada. Es un símbolo del esfuerzo que muchos venezolanos hacen para
mantener viva la educación en medio de una crisis prolongada que ha desdibujado
el futuro de millones. En cualquier sociedad, facilitar el acceso a la
educación no es una dádiva, sino una responsabilidad fundamental del Estado. No
se trata solo de construir escuelas o repartir textos, sino de garantizar que
cada ciudadano pueda desarrollar su potencial humano y convertirse en agente
activo de transformación social. La educación es la herramienta por excelencia
para el progreso colectivo, el cimiento del desarrollo sostenible y la vía más efectiva
para liberar a un pueblo del sometimiento y la dependencia. Paulo Freire lo
expresó con claridad: “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas
que van a cambiar el mundo”. Apostar por la educación es, por tanto, una
estrategia de soberanía.
Lamentablemente,
los datos recientes siguen reflejando una realidad alarmante. Según la Encuesta
Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2024, más del 35% de los niños, niñas
y adolescentes en edad escolar están fuera del sistema educativo. La deserción
escolar no solo responde a la pobreza material —como la falta de alimentos,
útiles o transporte—, sino también a un deterioro institucional que ha vaciado
de sentido el acto de aprender. La calidad educativa ha sufrido un desplome
significativo: planteles en ruinas, ausencia de servicios básicos, migración
masiva de docentes y un currículo desvinculado de las necesidades reales del
país. Lo más grave es que se ha desvirtuado el valor del conocimiento como
motor de desarrollo. En vez de promover pensamiento crítico, creatividad y
compromiso ciudadano, se privilegia la obediencia, el silencio y el adoctrinamiento.
El conocimiento deja de ser liberador para convertirse en una herramienta de
control.
Cuando el
conocimiento es desestimado, la ignorancia se convierte en norma y el ciudadano
pierde capacidad para cuestionar, proponer y construir. Así, se perpetúa un
modelo de dependencia, donde las decisiones vienen siempre de afuera: de elites
políticas, de poderes económicos transnacionales o de agendas ajenas a las
prioridades del país. Facilitar el conocimiento, en este sentido, no es solo un
asunto pedagógico. Es una estrategia de emancipación. Un pueblo educado puede
construir su propio destino, decidir con criterio, resistir manipulaciones y
participar activamente en la vida pública. De allí que todo proyecto nacional
que aspire a superar el rentismo, la exclusión y la subordinación
internacional, deba colocar a la educación como política de Estado, no como
discurso oportunista.
Hay que
reconocer, con responsabilidad y sin ánimo de confrontación estéril, que
Venezuela no logrará salir del estancamiento si no apuesta por una educación
inclusiva, transformadora y dignificante. No se trata de repetir promesas, sino
de tomar decisiones concretas: mejorar las condiciones laborales de los
docentes, modernizar la infraestructura escolar, garantizar alimentación
escolar regular, actualizar el currículo nacional con participación plural y,
sobre todo, asegurar que el conocimiento sea un derecho, no un privilegio. Como
afirmaba Simón Rodríguez, maestro de Bolívar: “Instruir no es educar. Educar es
formar ciudadanos útiles a la sociedad, capaces de pensar y decidir por sí
mismos”.
La historia
de aquella maestra que enseña en la sala de su casa no es solo una muestra de
vocación admirable. Es también una denuncia y una alerta. Nos recuerda que la
educación no puede seguir dependiendo del sacrificio individual, sino que debe
ser una prioridad colectiva. Porque educar no es un acto neutral: es una
decisión política que revela qué país queremos construir y a quién le conviene
que la ignorancia siga imperando. Apostar por la educación es, en definitiva,
apostar por la libertad.
Arturo Molina
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com
