EL AGUIJÓN
LOS
PIRATAS DE LA CARRETERA
POR: ARTURO MOLINA
En las series de televisión observé
desde niño que las películas relacionadas con piratas, siempre estaban marcadas
por capitanes con un parche en el ojo, e incluso, algunos lucían una pierna de
palo. Cada uno de ellos tiene su historia. Se mostraban en público de forma rígida
y temeraria. Unos haciendo el papel de malos, otros con menos soberbia, hasta
alcanzar los que juegan al ridículo. Eran ladrones, secuestradores, enemigos de
los reinados, amantes de las prendas preciosas, el oro y la vida sin normas.
Luchaban contra los imperios opresores, pero ejercían la esclavitud y venta de
personas al mejor postor. Asesinaban a mansalva a quienes osaban levantar su
voz. Eran la reedición de lo que “detestaban”. Fraguaban su perfil con base a
la tiranía.
Se hacían dueños de la
voluntad de las mujeres, y disfrutaban de su calidez a la “buena”. En algunos
episodios se mostraba que ciertas damas aplicaban la seducción para
conquistarlos. Era esa especie de control del poder tras bastidores. Sus dotes
daban para eso y más. Ser el capitán le daba la opción de elegir y tomar a
quien quisiera. La relación de pareja debía contar con su visto bueno, lo
contrario era peligroso. El respeto por el otro no existía, menos por la mujer
del prójimo. El capitán era el inteligente, los demás ignorantes. Los privilegios
se multiplicaban en las comidas y bebidas. La miseria reinaba, aun existiendo
formas de superarla. Simplemente, el capitán era el cogollo, la cúpula y el
señor. Algo así: el poder soy yo. Lucir prendas y vestir trajes lujosos era
solo de su competencia. ¿Qué escribiría Víctor Hugo al respecto?
Insuperables en todo, los
piratas imponían sus condiciones. Ante la dificultad para superarlos, sus
dominados, preferían callar y retirarse a su morada sin enfrentar la barbarie.
Era apenas lógico, porque el machete era inferior a las balas. Los secuaces que
recibían migajas, se ocupaban de que el amo no fuera molestado, ni su voluntad
quebrantada. Los acuerdos por los beneficios del robo, saqueo, atraco, hurto,
terminaban en severos conflictos, hasta alcanzar la muerte. Así se daban las
sucesiones del mando. ¿Renovadores vs ortodoxos?
Las cosas han cambiado a tal
extremo, que en el siglo XXI, esa especie de persona con parche en el ojo, y
pie de palo, pulula como la basura en la vía pública. El atropello es de parte
de uniformados o civiles armados, contra los ciudadanos, y autoridades legítimamente
establecidas. Gozan del privilegio de ser amigos del pirata mayor, y pretenden sembrar
el temor por esa razón. Abren y cierran calles y autopistas cuando les parece.
La orden del superior está por encima de la Constitución de la República. Ahora
se les puede llamar: los piratas de la carretera.
Arturo Molina
@jarturomolina1
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