EL AGUIJÓN
A LA
INTEMPERIE y EL DESPRECIO
POR: ARTURO MOLINA
El tiempo pasa y con ello vienen lluvias y sequías. Momentos de agrado y desagrado. Cada quien va surfeando la ola. Unos la capotean, revisan su significado y aprenden con dignidad a construir el puente para pasar el vendaval del arroyo inundado. Otros se paralizan, entran en pánico, culpando a los demás de sus desdichas, y llenándose de ira se deja arropar por el delirio. No duermen porque a cada momento se le aparecen sombras. Llaman pecadores a quienes señalan camino largo y seguro, prefiriendo ellos los atajos con resultados frustrantes, y en cada movimiento el viento les delata lo postizo. Les resuena el eco del arrepiéntete, pero su ego les anula la visión y la conciencia.
Al guerrero del teclado, la
tregua le es indiferente. Sueña con la ofensiva sangrienta que registra la historia
en campo de batalla. Endiosa a lanceros imaginarios que terminan dándole la
espalda. Esos que levantan la mano empuñando la espada, y gritan desenfrenados
ante las cámaras y micrófonos, muerte al tirano, solo para ganar adeptos, y proseguir
con el engaño y el manipuleo. Necesitan mantener el aceite hirviendo en el
caldero, porque si lo dejan enfriar, se les termina el discurso y salen
corriendo. Las elecciones les asustan, optan por la imposición del dedo, y
gobernar a su antojo, sin controles, con la corrupción a granel y la impunidad
como justicia de sus desviaciones y complejos.
El régimen de Nicolás Maduro
y sus secuaces en actitud inescrupulosa, guardaron silencio ante el atropello y
cobardía del gobierno de Trinidad y Tobago, al lanzar estos al mar a inocentes
niños, sin importarles sus vidas, tal vez con la idea de desaparecer sus
cuerpos, y no tener que rendir cuentas a la justicia del hombre, olvidando que
desde arriba nos están viendo. El exabrupto trinitario los hace ver como
gobernantes rastreros que buscan congraciarse con el oficialismo venezolano
para que le sigan girando la limosna de lo poco que queda. La diáspora no se detiene
en la tierra del petróleo, porque el hambre y la miseria crecen. Lo que ayer
fue hermoso, hoy se ve en ruinas, y el territorio vuelve a ser colonia, ahora
de factores extranjeros que viven de la infelicidad de los pueblos y pisotean
su soberanía.
Gloriosos los hombres y
mujeres que luchan en procura de rescatar la soberanía popular, porque al final
se impondrá el estado de derecho, pero el arma fecunda será el voto y no el
mortero. Así el agua encontrará techo, y los que llaman a la guerra o a la
nada, se mojarán completos, porque el camino de la soledad les acompañará en su
perorata, hasta quedar desnudos en la calle, sin abrigo y respeto, alumbrados
en su andar por la derrota y la complicidad del silencio, llegándoles la noche sin
que les brinden posada, tendrán que dormir con la carga que ofrece la intemperie
y el desprecio.
Arturo Molina
@jarturoms1
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jarturomolina@gmail.com