EL AGUIJÓN
MADURO
Y SUS ALIADOS
POR: ARTURO MOLINA
La gestión del fallecido
presidente Chávez estuvo marcada por la abundancia económica, la expropiación,
el despilfarro, la corrupción y protección de grupos armados fuera del contexto
de la Ley. Se cabalgo por América Latina chequera en mano para la conquista de
la solidaridad y respaldo a gobiernos con identidad ideológica. El colectivismo
pasó a ser la cuna consentida por el estamento revolucionario, haciendo
promesas de cambios para un porvenir robusto y la desaparición de los males que
aquejaban a los ciudadanos. La intención totalitaria se escondía bajo el manto
del desprecio a las personas y se conjugaba el léxico y la acción en perfecta
sincronización con el pan y circo. El traje fue hecho a la medida del régimen
bajo la batuta del castrismo-militarista.
La presencia en Venezuela de
grupos irregulares tomó fuerza en tiempos de revolución. Las persecuciones en
caliente que hacían los militares en frontera fueron diseminadas, eliminadas e
incluso castigadas por el régimen. Periodistas valientes denunciaron en su
momento coordenadas precisas de los lugares de asentamiento de los mismos.
Tardaba más la orden de revisión que en saberlo los guerrilleros y paramilitares.
Poco a poco los revolucionarios siglo XXI les abrieron puertas del territorio
nacional a los irregulares, facilitándoles los espacios para su planificación y
operación subversiva. El lema tal vez era “no al secuestro, actúen libremente”.
Tanto el fallecido
presidente Chávez como su sucesor no mostraron sentido de pertenencia y,
despreciaron cada uno en su momento, el valor de soberanía, respeto y
tolerancia. Marcaron distancia del desarrollo y se ufanaron de ser los nuevos héroes
de la patria. Desarmaron a las personas y armaron a delincuentes, a quienes
llamaron colectivos, defensores del territorio. Arreciaron con ellos contra la
voluntad de las personas. Amedrentaron en las comunidades, sembrando terror,
para dar fortaleza al miedo. Los movían en moto, bulliciosos por la ciudad en
grupos de 50 o 100. Imponían su Ley, y pisoteaban lo establecido en la
Constitución Nacional. Hasta grandes fiestones se dieron en el Palacio de
Miraflores para abrazar a los paramilitares afectos al régimen. Toda una desgracia
aplaudida por la ignorancia y el resentimiento.
En 20 años de desmadre
revolucionario, han proliferado las hordas guerrilleras y paramilitares en
suelo venezolano. El mando es de nadie, todo se les fue de las manos al
régimen. Cada acción de los sediciosos siglo XXI es para generar pauta
publicitaria, no para corregir el entuerto. El rio corre pero con manchas de
sangre. La miseria revolucionaria es la muestra del engranaje de la perversión,
aliados permanentes de Maduro.
ARTURO MOLINA
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