EL AGUIJÓN
VOLAR
ALTO
POR: ARTURO MOLINA
La naturaleza de los
revolucionarios siglo XXI está dimensionada en torno al estatismo, intervención
y traición a la patria. Crear ficciones y aniquilar la producción para simular
beneficios a las personas con la daga del control social. Chuparse las reservas
de la nación, y acudir a los préstamos internacionales, y apropiárselos
igualmente, acumulando deudas abismales, y a cambio entregar la explotación y
comercialización de la riqueza natural del país a prestamistas y defensores. Multiplicar
emisión de dinero inorgánico para financiar el gasto público, y generar la más
alta inflación del mundo, por encima de los 10 millones %.
Informes de la DEA del año
2004 destacan que para ese entonces el extinto presidente Chávez y su entorno
mantenía relaciones con capos del narcotráfico y grupos irregulares. Le señalan
acumulación de fortuna superior a los 140 millones de dólares, y la de su familia
sobre pasa los 1.800 millones de los verdes. En 2019 nada de eso es distinto.
Todo en el marco de la desgracia para los ciudadanos a quienes les fue negado
el derecho a la vida y forzados a vivir en la pobreza. Las necesidades básicas
como agua potable, energía eléctrica, alimento, medicina, gasolina, gas
doméstico, fueron relegadas a la humillación y vejación, creando ambiente de
ingobernabilidad y desobediencia, que superan con la represión a través de
grupos guerrilleros y colectivos, secundados por funcionarios de las FAN.
Los revolucionarios siglo
XXI asumen el papel de empresarios, ofuscando al sector privado, y obtienen
resultados desfavorables. Aprueban tabuladores para pago de salario a
funcionarios de la administración pública insuficientes para adquirir productos
de la dieta básica, en la mayoría de los casos negando derechos adquiridos como
lo acontecido con educadores activos y jubilados, médicos, ingenieros, y demás
ramas del conocimiento. La compra venta de cualquier producto no es posible en
moneda nacional, porque no vale nada, y no existe, se impone la divisa
extranjera. El que no la tenga pasa momentos de angustia y desesperanza. Aquí
no se puede hablar de la era de la tecnología y desarrollo de las telecomunicaciones
porque se vive en la jungla, en esa que describe magistralmente el ex
presidente venezolano Rómulo Gallegos en Doña Bárbara, sin quedarse atrás el
colombiano Gabriel García Márquez y sus Cien Años de Soledad. Hasta el contacto
físico entre las personas ha desaparecido porque nada es seguro, todo es
sobresalto por crecimiento de la delincuencia.
La vida tiene esos sin
sabores, enseña a vivir. Es la que permite adquirir experiencia para la
superación y el desprendimiento. La película “La Vida es Bella”, escrita,
dirigida y protagonizada por Roberto Benigni, es muestra del amor a su
semejante, al ocultarle a su hijo el ambiente hostil y discriminatorio, en el
que se encontraban para salvarle la vida, y evitar su crecimiento con odio y
rencor. El padre termina fusilado, pero enseña que se puede convivir sin la
guerra de las armas, aceptando lo plural a través del respeto.
La vida sigue, el mundo
sigue siendo mundo, pero las personas mueren, los gobernantes pasan, todos
tienen sus momentos. Hay que revisar la teoría de las ventanas rotas de James
Wilson y George Kelling y saber que el comportamiento humano es disímil, pero
el conocimiento es la ola de la libertad para volar alto.
ARTURO MOLINA
@jarturoms1