LA INSEGURIDAD EN TÁCHIRA
La solución al tema de la seguridad ciudadana de los tachirenses no aparece; son largos los episodios que ha tenido que vivir la sociedad del Táchira para sentir la presencia de políticas reales y convincentes que contribuyan a mejorar la acción hamponil.
El tema del sicariato es noticia permanente en los medios de comunicación, pues la zozobra generada hacia el pueblo a través de este delito, tiene cantidad de hogares en permanente nervio; lo cierto del caso es que la solución que deben brindar los cuerpos de seguridad son nulos, apareciendo la justicia en manos de actores a sueldo.
Ello no termina allí, pues al sicariato se une el crimen del secuestro; convirtiéndose en una poderosa industria, al exigir pagos de sumas multimillonarias por la liberación de secuestrados. El secuestro se lleva en zonas de frontera, como en la propia ciudad de San Cristóbal, sin poder ser avizorado por los cuerpos de seguridad del estado.
Salir de casa hacia algún lugar de la ciudad se ha convertido en un laberinto, propio de usar la agilidad mental para saber por donde se puede transitar; por un lado los malandros, secuestradores y sicarios a quienes hay que evadirlos a través de la oración al todo poderoso para no encontrarlos en el camino ( mejor dicho que no nos encuentren en su camino), y por el otro, los interminables operativos de seguridad desplegados en la ciudad por vía de “alcabalas”, las cuales son producto de todo un plan estratégico para prevenir el delito; sin embargo la situación empeora y es en las propias narices de la Policía y Guardia Nacional, que ocurren los hechos.
Veintidós (22) ciudadanos venezolanos permanecen secuestrados, nadie da razón a sus familias sobre el paradero, los organismos del estado declaran que se encuentran cerca de los actores del delito (ya están identificados; saben quienes son; donde comen, duermen y hacen el amor); todo obedece a un minucioso plan de investigación, pero nada que aparecen, la única forma es pagando el rescate, no hay otra; paga o paga y punto.
Los secuestros ocurren a cualquier hora del día y en cualquier lugar de la ciudad o del campo. Llevar los hijos al colegio, la escuela, el parque, la heladería, el restaurante, al juego de fútbol o simplemente al cine, es imposible, se corre demasiado riesgo; divertirse en nuestra ciudad es entregarse en manos de lo inescrupuloso, de lo inseguro.
Hace menos de 48 horas secuestraron a una madre y sus dos hijos menores de edad cuando se trasladaban a recibir sus acostumbradas clases; policías por todas partes, pero igual se privan los derechos ciudadanos a estas personas, se atenta contra la niñez y todo se encamina por buenos caminos, se investiga y no se descansa hasta dar con el paradero de los raptores; todo en palabras, ya que los resultados son deficientes.
Esto se parece al cuento de la gasolina; se redujo la venta de combustible a todos a tres mil bolívares, pues el contrabando es alto; es decir pasamos de la noche a la mañana a ser todos los tachirenses contrabandistas y, sin embargo el contrabando fluye con igual o mayor intensidad.
Aquí no se corrige nada por la ausencia de gobierno serio y responsable; no se es responsable al no tener planificación real de políticas públicas dirigidas a contrarrestar el delito; por ello todos somos delincuentes, menos los que nos gobiernan. Mientras esto ocurre, el secuestro, sicariato y hampa común hacen de las suyas; ya en los liceos se nombran las brigadas de seguridad, pues el malandraje es tal que no respeta los propios salones de clase. De pronto es más fácil ser atracado en el liceo que en la calle o tal vez sea igual.
La gran pregunta es ¿será que nos tendremos que encerrar en nuestras casas porque es más grande el poder del delito que el poder del gobierno para contrarrestarles?
La solución al tema de la seguridad ciudadana de los tachirenses no aparece; son largos los episodios que ha tenido que vivir la sociedad del Táchira para sentir la presencia de políticas reales y convincentes que contribuyan a mejorar la acción hamponil.
El tema del sicariato es noticia permanente en los medios de comunicación, pues la zozobra generada hacia el pueblo a través de este delito, tiene cantidad de hogares en permanente nervio; lo cierto del caso es que la solución que deben brindar los cuerpos de seguridad son nulos, apareciendo la justicia en manos de actores a sueldo.
Ello no termina allí, pues al sicariato se une el crimen del secuestro; convirtiéndose en una poderosa industria, al exigir pagos de sumas multimillonarias por la liberación de secuestrados. El secuestro se lleva en zonas de frontera, como en la propia ciudad de San Cristóbal, sin poder ser avizorado por los cuerpos de seguridad del estado.
Salir de casa hacia algún lugar de la ciudad se ha convertido en un laberinto, propio de usar la agilidad mental para saber por donde se puede transitar; por un lado los malandros, secuestradores y sicarios a quienes hay que evadirlos a través de la oración al todo poderoso para no encontrarlos en el camino ( mejor dicho que no nos encuentren en su camino), y por el otro, los interminables operativos de seguridad desplegados en la ciudad por vía de “alcabalas”, las cuales son producto de todo un plan estratégico para prevenir el delito; sin embargo la situación empeora y es en las propias narices de la Policía y Guardia Nacional, que ocurren los hechos.
Veintidós (22) ciudadanos venezolanos permanecen secuestrados, nadie da razón a sus familias sobre el paradero, los organismos del estado declaran que se encuentran cerca de los actores del delito (ya están identificados; saben quienes son; donde comen, duermen y hacen el amor); todo obedece a un minucioso plan de investigación, pero nada que aparecen, la única forma es pagando el rescate, no hay otra; paga o paga y punto.
Los secuestros ocurren a cualquier hora del día y en cualquier lugar de la ciudad o del campo. Llevar los hijos al colegio, la escuela, el parque, la heladería, el restaurante, al juego de fútbol o simplemente al cine, es imposible, se corre demasiado riesgo; divertirse en nuestra ciudad es entregarse en manos de lo inescrupuloso, de lo inseguro.
Hace menos de 48 horas secuestraron a una madre y sus dos hijos menores de edad cuando se trasladaban a recibir sus acostumbradas clases; policías por todas partes, pero igual se privan los derechos ciudadanos a estas personas, se atenta contra la niñez y todo se encamina por buenos caminos, se investiga y no se descansa hasta dar con el paradero de los raptores; todo en palabras, ya que los resultados son deficientes.
Esto se parece al cuento de la gasolina; se redujo la venta de combustible a todos a tres mil bolívares, pues el contrabando es alto; es decir pasamos de la noche a la mañana a ser todos los tachirenses contrabandistas y, sin embargo el contrabando fluye con igual o mayor intensidad.
Aquí no se corrige nada por la ausencia de gobierno serio y responsable; no se es responsable al no tener planificación real de políticas públicas dirigidas a contrarrestar el delito; por ello todos somos delincuentes, menos los que nos gobiernan. Mientras esto ocurre, el secuestro, sicariato y hampa común hacen de las suyas; ya en los liceos se nombran las brigadas de seguridad, pues el malandraje es tal que no respeta los propios salones de clase. De pronto es más fácil ser atracado en el liceo que en la calle o tal vez sea igual.
La gran pregunta es ¿será que nos tendremos que encerrar en nuestras casas porque es más grande el poder del delito que el poder del gobierno para contrarrestarles?