EL MIEDO A VOTAR
Hay quienes guiados por la visión de los señores que llaman a la abstención, les da miedo de ir a votar. Miedo que se apodera de un número de importante de venezolanos que delegan sin darse cuenta en otros sus propias decisiones; decisiones que luego son lamentadas por no haber asumido su propia responsabilidad de elegir a los gobernantes.
El miedo entonces se lo achacan a la inseguridad que reina en el país; sólo se aduce “para que votar si nos van a seguir matando”, como si el mal se resolviera quedándose en casa.
La otra excusa es “para que votar si me van a robar el voto”, pareciera que el voto protegido sólo es posible si alguien en particular lo anuncia; cada vez que se descubre la posibilidad de un delito electoral, no se lucha para limpiar el mecanismo de elección, por el contrario se ayuda a que el delito se reproduzca, dejando a particulares hacer lo que quieran con las instituciones constitucionalmente establecidas.
La condición de ciudadanía es desconocida por buena parte de la población, al justificarla en casos tan particulares como el de elegir. No hay reconocimiento hacia el otro; hay quejas sobre el derecho a la disidencia, pero cuando el otro exige sus derechos también son negados. Todo lo convierten en un contrapunteo producto de los intereses particulares.
Los espacios de lo público se lo apropian con base a los intereses privados (intereses particulares); se habla de organizar a la sociedad para la exigencia de sus derechos, pero luego se le imponen criterios.
Las asambleas de ciudadanos son organizadas de acuerdo a la conveniencia política, y no a la conveniencia de la comunidad. Los llamados opositores convierten la lucha de ideas, de propuestas en luchas y confrontaciones particulares, igual hacen los señores del gobierno; todo es un carnaval, una fiesta de engaño y desprecio por lo ético, lo moral, lo responsable, lo sensato.
Los antivalores se apoderan del escenario, es más fácil ser corrupto que honesto; para llegar a un cargo hay que cargar los maletines de los jefes antes que tener el perfil y las credenciales requeridas para el cargo; es mejor ser arrastrado que tener vergüenza y personalidad (todo esto ocurrió en la cuarta y ocurre en la quinta).
La sociedad venezolana reclama justicia social; atención ciudadana; educación de calidad; techo propio; trabajo y salarios justos, pero no se pueden alcanzar acostados en la sala, estar, colchoneta o cuarto; hace falta sensibilidad para reclamar y conocimiento para saber elegir.
Elegir pasa por respetar la forma de pensar del otro; el que quiera votar por Chávez esta en su derecho de hacerlo; el que quiera respaldar a Rosales también esta en su derecho; quien quiera apoyar a Benjamín Rauseo, tiene igual derecho que los demás.
Lo que puede estar pasando en Venezuela es que algunos vivos quieren aprovechar las circunstancias electorales para hacerse a la nominación a los cargos de gobernadores y alcaldes, como si eso les tocara por herencia, algo por la vía de la dinastía. Se les olvida que el pueblo aprendió y que el reparto burocrático, grosero y escandaloso que hicieron con las gobernaciones y alcaldías en el año 2004, no van a volver a suceder, pues para ineptos hay mejores; por ello la abstención favorece a quienes han gobernado para sus apetencias personales, siempre haciendo uso del altruismo: “por la defensa de la democracia, la paz y la no violencia”, discursos vacíos que no suman nada ni a nadie; son huecos sin fondo, igual que la abstención. En todo caso, el miedo hay que derrotarlo porque tiene bases de barro.
El miedo entonces se lo achacan a la inseguridad que reina en el país; sólo se aduce “para que votar si nos van a seguir matando”, como si el mal se resolviera quedándose en casa.
La otra excusa es “para que votar si me van a robar el voto”, pareciera que el voto protegido sólo es posible si alguien en particular lo anuncia; cada vez que se descubre la posibilidad de un delito electoral, no se lucha para limpiar el mecanismo de elección, por el contrario se ayuda a que el delito se reproduzca, dejando a particulares hacer lo que quieran con las instituciones constitucionalmente establecidas.
La condición de ciudadanía es desconocida por buena parte de la población, al justificarla en casos tan particulares como el de elegir. No hay reconocimiento hacia el otro; hay quejas sobre el derecho a la disidencia, pero cuando el otro exige sus derechos también son negados. Todo lo convierten en un contrapunteo producto de los intereses particulares.
Los espacios de lo público se lo apropian con base a los intereses privados (intereses particulares); se habla de organizar a la sociedad para la exigencia de sus derechos, pero luego se le imponen criterios.
Las asambleas de ciudadanos son organizadas de acuerdo a la conveniencia política, y no a la conveniencia de la comunidad. Los llamados opositores convierten la lucha de ideas, de propuestas en luchas y confrontaciones particulares, igual hacen los señores del gobierno; todo es un carnaval, una fiesta de engaño y desprecio por lo ético, lo moral, lo responsable, lo sensato.
Los antivalores se apoderan del escenario, es más fácil ser corrupto que honesto; para llegar a un cargo hay que cargar los maletines de los jefes antes que tener el perfil y las credenciales requeridas para el cargo; es mejor ser arrastrado que tener vergüenza y personalidad (todo esto ocurrió en la cuarta y ocurre en la quinta).
La sociedad venezolana reclama justicia social; atención ciudadana; educación de calidad; techo propio; trabajo y salarios justos, pero no se pueden alcanzar acostados en la sala, estar, colchoneta o cuarto; hace falta sensibilidad para reclamar y conocimiento para saber elegir.
Elegir pasa por respetar la forma de pensar del otro; el que quiera votar por Chávez esta en su derecho de hacerlo; el que quiera respaldar a Rosales también esta en su derecho; quien quiera apoyar a Benjamín Rauseo, tiene igual derecho que los demás.
Lo que puede estar pasando en Venezuela es que algunos vivos quieren aprovechar las circunstancias electorales para hacerse a la nominación a los cargos de gobernadores y alcaldes, como si eso les tocara por herencia, algo por la vía de la dinastía. Se les olvida que el pueblo aprendió y que el reparto burocrático, grosero y escandaloso que hicieron con las gobernaciones y alcaldías en el año 2004, no van a volver a suceder, pues para ineptos hay mejores; por ello la abstención favorece a quienes han gobernado para sus apetencias personales, siempre haciendo uso del altruismo: “por la defensa de la democracia, la paz y la no violencia”, discursos vacíos que no suman nada ni a nadie; son huecos sin fondo, igual que la abstención. En todo caso, el miedo hay que derrotarlo porque tiene bases de barro.