EL AGUIJÓN
VENEZUELA: ENTRE LA RIQUEZA NATURAL Y EL ABANDONO.
Por: Arturo Molina
Venezuela duele. La bendición derramada sobre esta
tierra, con bosques tropicales que respiran y generan vida, ríos caudalosos que
se pasean por toda su extensión territorial y que encierra en su subsuelo las
mayores reservas petroleras del mundo, amén de otras riquezas naturales y
materiales existentes, se esconde una realidad dolorosa padecida por la
sociedad, auspiciada por el fracaso de quienes juraron servir al soberano. La
riqueza natural no se ve reflejada en la calidad de vida de los venezolanos,
quienes ven el resurgimiento de la desesperanza. La explotación, distribución y
comercialización de esa “riqueza” natural, por la que muchos lucharon para
defenderla, terminaron en manos de oligarcas, empresas transnacionales y
gobernantes ideológicamente identificados con el actual sistema de gobierno. En
esencia, en manos de extranjeros. La
respuesta, tal vez, no tenga asidero en lo macroeconómico, ni en las
estadísticas de pobreza, que asombran, sino en el desconocimiento en el saber
gobernar, por ausencia de ética, responsabilidad y compromiso con el semejante.
El uso desmedido del poder para establecer el control político
sobre los ciudadanos, obviando lo importante que es para alcanzar la
transformación social, ha dejado a millones de venezolanos anclados en el abismo,
sin trabajo, buscando otros lugares para poder establecerse y vivir con
dignidad. El uso del Estado y sus bienes para beneficio personal marca una
referencia que desdibuja la transparencia y se convierte en un botín que
se puede repartir entre aliados, sin que nadie pueda decir nada. La visión estratégica
para el desarrollo sostenible desaparece de las inversiones, pero retorna en
cada alocución que realizan los representantes gubernamentales. Es algo así
como: si me has visto, no te conozco. Los errores de esas decisiones tienden a
sacrificar el futuro del país. Los resultados se perciben en los hospitales sin
insumos, niños desnutridos, mendigos en las calles, salarios que enferman y núcleos
familiares destrozados, desunidos. Los errores se pretenden tapar con discursos
vacíos, direccionados a desaparecer el sentido de pertenencia y solidaridad.
Hacer de la política una guerra permanente entre “nosotros”
y “ellos” disipa toda posibilidad de acuerdo y, antes que construir puentes de
diálogo, se termina en una confrontación estéril, por no decir estúpida. Los
ciudadanos están cansados de las divisiones, pero no encuentran un sendero que
les permita caminar con tranquilidad porque todo es con base en el engaño y la manipulación.
Los líderes políticos asumen una responsabilidad con la gente, y allí entra una
pregunta: ¿han estado a la altura del compromiso establecido? Cada uno tiene su
almohada. Los oídos también son parte del cuerpo humano. El silencio no es un
buen medicamento ante lo que abruma a la sociedad.
No se trata de cambiar un gobierno por otro, sino de transformar
la manera en que se está entendiendo la política. Es urgente recuperar la
cultura cívica en Venezuela, para que se valore la transparencia, la
participación ciudadana en los asuntos públicos e incluso el servicio público
como vocación. El tejido social está roto; hay que reconstruir de abajo hacia
arriba. Educando, formando, dando ejemplo en la forma en que se comparten
derechos y obligaciones. El peso moral está en el escenario nacional. Hoy el
abandono es total.
Arturo
Molina
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com