EL AGUIJÓN
SE
IMPONE EL CONTROL, NO EL AZAR.
Por: Arturo Molina
Los venezolanos
ven permanentemente que la economía se ha convertido en un laberinto sin
salida como consecuencia de la ejecución deliberada de un modelo que convirtió
la crisis en estrategia y el hambre en instrumento de dominación, contraviniendo
todo principio a favor de la dignidad humana, y que pretenden esconder con
narrativas que buscan culpables en la estratosfera. Son más de 25 años con el
mismo discurso, y hay quienes lo compran sin la mínima revisión.
Los datos
emitidos por la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI 2024) señalan
que más del 80% de los venezolanos viven por debajo del umbral de la pobreza, y
casi el 50% en pobreza extrema. La calle muestra esa realidad en cualquier semáforo
de la ciudad. El salario mínimo oficial, estancado en 130 bs mensuales, es equivalente,
a la fecha 05/07/2025, a menos de 2 dólares mensuales, si se asume la tasa de
cambio que indica el Banco Central de Venezuela (BCV), siendo el mismo
inexistente como medio de sustento. Los llamados bonos gubernamentales,
ofrecidos de manera irregular y con el propósito de callar la voz disidente,
no alcanzan para cubrir ni siquiera una cesta básica diaria, cuyo valor supera
los 500 dólares mensuales, según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF).
El gobierno
ha concentrado su respuesta accionando contra los trabajadores al pretender
silenciarlos, reforzando la centralización en la toma de decisiones; con ello
fortalecen a su vez la desesperanza, abonando el camino para imponer el Estado
Comunal que se ajuste a sus intereses. La implementación de políticas
monetarias para inducir la pobreza es una práctica que realizan en el marco de
su concepción ideológica, creyendo que al ocultar el termómetro pueden bajar la
fiebre. El modelo colectivista que aplican, pasando por encima de lo
establecido en la Constitución de la República, es un castigo al libre
pensamiento y criminalizan la disidencia. Pero la inflación sigue su curso, y
la pobreza les está llegando a sus propios seguidores, quienes se revelan públicamente.
Lo que se patentiza en el contexto del diario vivir es que la dolarización
informal se convierte en el mecanismo de supervivencia.
El problema
económico para los venezolanos no es de forma, es de fondo, es estructural. No se
puede ver solo como una escasez de divisas o de hiperinflación. La esencia del
mismo se encuentra en el modelo político-económico que se encargó de destruir
la institucionalidad, el aparato productivo y sustituyó el trabajo por la
dependencia gubernamental, direccionada desde las migajas que reparte. Los
ciudadanos sienten la asfixia cuando van al mercado, o necesitan hacer uso de
un hospital y ven el colapso de los servicios públicos, y la calidad de
la educación quedó para el recuerdo. Institucionalizaron la pobreza y usan de
tapa la propaganda que distrae y el control social desmedido. Hablar de incentivos
no es viable en gobernantes con tales despropósitos.
Los
venezolanos necesitan gobernantes que tengan entidad con sus comunidades,
estados y el país en general. Que implementen políticas económicas serias,
coherentes, honestas, productivas, y que entiendan que las decisiones no pueden
seguir en manos de las élites. Que respeten la voluntad de los ciudadanos y el
Estado de Derecho acordado. Es fundamental cambiar el trabajo como sacrificio
sin recompensa por el trabajo como alternativa para alcanzar bienestar para
todos.
Arturo Molina
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com