EL AGUIJÓN
CUANDO LA VULNERABILIDAD SE CONVIERTE EN
MERCANCÍA
Por: Arturo Molina
Mientras
el discurso internacional celebra avances en derechos humanos, un drama
silencioso consume la vida de millones de niños y adolescentes: la explotación
sistemática de menores en situación de alta vulnerabilidad, convirtiéndose en
una problemática estructural que refleja la incapacidad de muchos gobiernos
para proteger a sus generaciones más frágiles, creando zozobra y nerviosismo en
los grupos familiares y comunidades. Datos de la UNICEF muestran que más de 160
millones de niños en el mundo son víctimas del trabajo infantil.
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) igualmente ha venido alertando sistemáticamente,
año tras año, que uno de cada diez niños realiza trabajos peligrosos que
atentan contra su salud, educación y bienestar integral, sumándose la tragedia
que se padece con la trata de menores. Al respecto, la Oficina de las Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha señalado que alrededor del 30% de
las víctimas de la trata a nivel mundial son niños, a quienes utilizan para
mendigar, vender sus órganos, la explotación sexual e incluso negociándolos a grupos
armados y criminales, en la que América Latina evidencia un escenario muy crítico
en la materia.
En
el año 2023, en uno de sus informes, la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (CEPAL) señalaba que la pobreza infantil alcanzaba al 51% de los
niños de la región, exponiéndolos a todo tipo de riesgos, y que su crecimiento
era muy preocupante en los años por venir si no se tomaban los correctivos
correspondientes. Venezuela, Haití, Honduras y Nicaragua presentaron los
indicadores más alarmantes, y a la fecha (2025) la situación sigue creciendo.
Allí, los niños abandonados por sistemas educativos precarios y sin acceso a
salud o protección social se convierten en presa fácil de organizaciones
delincuenciales.
Los delincuentes,
traficantes, llamados también "desadaptados sociales", ven a estos
menores como mercancía. Esos grupos actúan con la complicidad de redes
corruptas, ante la mirada “indiferente” o “impotente” de autoridades que, lejos
de actuar con firmeza, se escudan en narrativas exculpatorias. “El problema es
de otros”, repiten muchos gobiernos, para correr la arruga y señalar a las
sanciones, al neoliberalismo, a la globalización o al crimen internacional de
ese cáncer, sin asumir la responsabilidad que les corresponde. Apuestan a la
deshumanización como algo natural, para obtener un beneficio que se les evaporará
en el momento que menos lo esperen.
El
contexto de las políticas públicas dirigidas a proteger a la infancia, y por
evidencia de sus resultados, pueden valorarse como improvisadas, mal
financiadas y sin acompañamiento. Los programas de protección social tienen
alta cobertura mediática y muy bajo auxilio a los necesitados. Así están los
sistemas de justicia, carecen de personal capacitado para atender estos
casos. La prevención del abuso sexual infantil, el trabajo forzado o la deserción
escolar no son prioridad para algunos gobernantes, y las consecuencias son para
reflexionar en profundidad sobre lo que se tiene y lo que se quiere. Se apuesta al
trauma, la privación de derechos, truncando proyectos de vida, para perpetuar la
pobreza y la exclusión, o se reconoce el problema, se escucha a especialistas y,
por encima de lo absurdo, se entra en la racionalidad y el compromiso con los
ciudadanos para mejorar la calidad de vida.
La Convención
de los Derechos del Niño, firmada el 20 de noviembre de 1989 (CDN-CRC), que
es parte del tratado internacional de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) y está en vigor desde el 2 de septiembre de 1990, estableció que los niños y
adolescentes tienen los mismos derechos que los adultos, y merecen crecer en
ambientes dignos, seguros, saludables. La inversión social de los gobiernos
debe tener un aporte importante dirigido a la protección de esos menores; no lo
pueden ver como un lujo, porque es un deber jurídico y humano. Omitirlo es
apostar a la violencia.
ARTURO MOLINA
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com