EL AGUIJÓN
NI LA ABSTENCIÓN NI EL INSULTO SALVAN A VENEZUELA.
Por: Arturo Molina
El próximo
25 de mayo, los venezolanos estamos llamados nuevamente a las urnas para elegir
gobernadores, legisladores regionales y nacionales. En el estado Táchira, como
en el resto del país, este proceso electoral ocurre en un contexto
profundamente marcado por la desconfianza, el desencanto y las heridas no
sanadas del pasado. Especialmente las que dejó el proceso del 28 de julio de
2024, cuando muchos sintieron que el país estuvo a punto de iniciar una
transición democrática que fue nuevamente frustrada.
Pero la
decepción, por legítima que sea, no debe ser excusa para la inmovilidad.
Tampoco el agravio es argumento para justificar la desunión. Frente al avance
del Estado comunal, que pretende consolidar un modelo autoritario y contrario a
la Constitución vigente, la peor respuesta que podemos dar como ciudadanos es
ceder los espacios que aún nos quedan para expresarnos, organizarnos y resistir
democráticamente.
La
abstención ha demostrado ser un error costoso. En cada elección donde se ha
impuesto como consigna, los resultados han sido favorables al oficialismo, no
por su mayoría real, sino por la ausencia de una fuerza alternativa
cohesionada, presente y decidida. Es un camino que ha traído más frustraciones
que soluciones, más retrocesos que avances, y que ha servido —queriéndolo o no—
para mantener el control absoluto de quienes hoy detentan el poder.
Lo más
preocupante es que, cuando ese discurso abstencionista se queda sin argumentos
sólidos, recurre a la descalificación personal, al insulto y al señalamiento
contra quienes decidimos participar como un acto de responsabilidad ciudadana.
Se acusa, se ridiculiza y se pretende dividir con una saña que,
paradójicamente, termina beneficiando a quienes decimos oponernos.
En Táchira,
ya vivimos esa experiencia: en nombre de una supuesta “pureza” política,
algunos actores prefirieron atacar a las gestiones democráticas de oposición,
allanando el camino para el retorno del oficialismo. ¿Quién ganó con eso?
¿Acaso se fortaleció la democracia o se frenó el avance del modelo comunal? La
historia está allí para quien quiera verla sin anteojeras ideológicas.
Hoy no se
trata de borrar lo acontecido. La lucha por la restitución del Estado de
derecho es también una lucha por la verdad, por la memoria y por la justicia.
Pero eso no puede convertirnos en rehenes del resentimiento o en espectadores
resignados. Nos toca actuar. Participar no es claudicar, es resistir. Votar no
es rendirse, es plantar cara a un sistema que pretende imponerse por inercia,
por miedo o por omisión.
Venezuela
nos necesita a todos. No hay proyecto de país posible sin participación, sin
encuentro, sin respeto por la diferencia. No venceremos al autoritarismo
convirtiéndonos en lo que criticamos. Tampoco avanzaremos escondiéndonos por
temor al atropello. Esta lucha es de todos, y exige altura, coraje y
compromiso.
El 25 de
mayo no es una fecha cualquiera. Es una nueva oportunidad para frenar el avance
del Estado Comunal, para defender lo que queda de nuestra institucionalidad,
para hacer sentir la voz de quienes queremos una Venezuela libre, plural y
democrática. Que el miedo no nos paralice. Que el insulto no nos divida. Que la
esperanza, una vez más, nos convoque.
Arturo Molina
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com