EL AGUIJÓN
RENOVACIÓN
ESPIRITUAL
Por: Arturo Molina
La
llegada de la Semana Mayor debe ser un epicentro para la reflexión de creyentes
y ateos. Cada acción que se realiza en la vida es vista por otros a favor o en
contra del bien. Para los creyentes es una nueva oportunidad para acercarse más
a Dios, y quienes no lo hacen, el llamado es a que lo hagan. Los capítulos que van
creando algunos, sustentados en la intriga, el odio, el rencor, la envidia, la
venganza y el descrédito hacia los demás, y con el ausente,
deben ser revisados porque las cosas que cada quien pretende hacia otros se
devuelven, y después de eso el remedio que llega no es fácil de aceptar. La
Semana Santa invita a la comprensión y a asumir el compromiso de vivir de acuerdo
a las enseñanzas aportadas por Cristo. La pasión, muerte y resurrección no son
solo para recordar el significado del sacrificio dado por amor, sino que es la
base para entender que en la vida hay la muerte, como camino seguro, al final,
durante o al inicio de cualquier día.
Vivir
bajo el manto de una sociedad que es noble y paciente, pero en la que algunos
hacen suya la descalificación con la intención de mantener un estatus de choque
estéril con quienes ve como sus “enemigos”, da entrada a antivalores para que
agredan el respeto y la solidaridad hacia sus semejantes. Eso traduce un bajo
nivel cultural y educativo. La fe no se asume con simples palabras o rituales
dramatizados, para darse golpes de pecho y hacer de la disculpa su mejor
aliado; eso es más profundo y tiene como actor principal lo que conocemos como
buenas acciones. No es un acto de payasos de circo para hacer reír a nadie, es
simplemente el camino que cada quien selecciona. La transformación requiere de
ser genuino; los imitadores sobran en la fiesta del relajo.
Aprovechar
la Semana Santa con la finalidad de reflexionar sobre las actitudes asumidas es
un acto para reivindicar la renovación de la fe espiritual. Ser mejores
personas es un episodio intrínseco de cada quien. Ser coherentes entre lo que
se cree y lo que se hace marca la diferencia con el que mucho dice y no hace
nada. Allí se están estimando los valores cristianos. Vivir en armonía social
requiere respeto y aceptación de los demás. Que el hijo de Dios, llamado
Jesús de Nazareth, asumiera el sacrificio para redimir los pecados de los
mortales, no significa que se puede hacer lo que provoque desafiando sus
enseñanzas sin ser castigado. La negación de corrección con el paso del tiempo
trastoca la conciencia personal, y lo que se conoce como la justicia divina llega.
Es
necesario reconstruir lo que se ha roto producto del egoísmo y la soberbia.
Hacer las cosas de forma desinteresada no agrada a algunos, pero es la acción
recomendada. Exigir cambios y no cambiar es más de lo mismo. Dirían por allí que es blasfemia pura. No es hablar de humildad, es ser humildes en la acción. No
es decir "me comprometo", es hacer con el ejemplo el compromiso. Vivir con
esperanza es recordar quiénes somos y entender el propósito de lo que somos.
Jesús el Salvador venció a la muerte porque su fe estaba intacta. Superar los
obstáculos también requiere de la fe. ¿Qué sería de un mundo sin carpinteros,
ingenieros, educadores, abogados, latoneros, electricistas, comerciantes? La
pluralidad es dada por la providencia, y Jesús murió para que eso se
entendiera. Siglos de historia han pasado. Las guerras se hacen presentes;
algunas han evolucionado. Pero la lucha del bien contra el mal se hace difusa
y en momentos ciega por las acciones emprendidas, porque en la diatriba
presente, también es complejo distinguir quién es el bueno y quién es el malo.
Que la Semana Santa sirva para la reflexión, para afianzar la fe y la confianza
en un Dios que existe, y al final del camino, juzga por las acciones
realizadas.
Arturo
Molina
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