EL AGUIJÓN
ALCANZAR LA META
POR: ARTURO MOLINA
Los
seres humanos se trazan su proyecto de vida, y en el planifican las diferentes
etapas que debe transitar para lograr el objetivo. Es la escalera del ascenso
si lo hace con disciplina y desprendido de prejuicios. Lo contrario, es el
camino al declive y la desesperanza. La lucha por conseguir el sueño de su vida
tiene riesgos que deben ser asumidos. Nada llega por obra del azar, y de
suceder, se desvanece, al no entender lo que recibe, ni el por qué de ello. El
derroche, o la interpretación errada del acontecimiento, conlleva al fracaso.
La vida está llena de sobresaltos, y hay que aprender a sortearlos para
alcanzar el éxito.
El
dinero ayuda a solventar situaciones difíciles, pero la constancia y el
sacrificio, superan al engreído, quien termina aconsejado por los auspiciadores
de la pereza y las malas costumbres. La critica cargada de amnesia, desnuda al
infeliz infame, y le entierra en el depósito de los desdichados. El portador de
la desesperanza cae en el abismo de lo insano, y alcanza mutaciones que le desvían
el camino, haciendo de la perversidad su norma. La contradicción se hace
enfermiza, y cualquier expresión insensible, la siente grande y oportuna. Las
normas son etiquetas que puede cambiar según la oportunidad en que se presente,
olvidando que los derechos no son de su exclusividad, y menos que tienen
patente de propiedad.
El
desorden inunda la vida de quien se siente profeta, cuando en realidad
escandaliza la audiencia. Camina a ciegas porque no entiende de equilibrio y
armonía. Vive en la sobredosis de la melancolía, y lanza la carga de descredito
sin puntería. De cosas buenas no ha aprendido porque le saca el cuerpo a la enseñanza
en valores. Aplica oídos sordos, no por inteligencia, sino que la mugre le
llena el orificio de la orejuela, y la sordera se hace imprescindible. Todo es
desesperanza en el circulo que gravita. Se levanta con el pensamiento perverso,
y se acuesta con el estrés al no alcanzar generar desdicha en las personas
lucidas y transparentes.
Vive
en los rincones de la miseria, y tiene estampado el tatuaje de la derrota en la
frente. No canaliza palabra librada de la grosería, y el ruido del infortunio le
carcome en su tozudez. Las horas se le pasan caminando sin dirección,
deambulando entre la peste y la fetidez. El lamento es su acompañante en las
noches y en la soledad de su día. Son culpables los demás de sus derrotas y
fracasos. Sus desaciertos no consiguen escape, porque inundan su mezquina
vivencia.
En
oportunidades se dice así mismo que está alcanzando su espacio superior,
representado en la montaña de la desgracia. Paradójico, pero cierto, esas
personas necesitan con urgencia la atención profesional, para ayudarles a
canalizar a través de acciones proactivas, sustentadas en la conciencia
ciudadana, el camino hacia el logro de metas para fortalecer el bien común,
sustentado en el respeto y la pluralidad de pensamiento.
ARTURO MOLINA
@jarturomolina1
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