EL AGUIJÓN
DE
TRUMP A BIDEN
POR: ARTURO MOLINA
Las películas tienen su drama y acción, sin eso sería aburrida y las emociones de los acostumbrados a vivir en esa condición, se desvanecerían en cuestión de horas. De allí que en oportunidades es necesaria alargarla un poco más, y si es para ir en pos del poder, no importa lo que se destruya, ejemplo de ello “por estas calles”.
Juegos de tronos alcanzo
éxito porque el suspenso y la acción atraían. Se cerraban y abrían nuevos
episodios con agregados revanchistas, eso encantaba a la audiencia. De esa
forma se sacaban ciertos actores de la serie, ya no eran importantes. La magia
de la atracción estaba en otro lado. Incluso, los Dragones que tenían papel
preponderante, fueron eliminados uno a uno, hasta quedar uno solo, el fin de la
especie. Allí una joven dentro del contexto de la dinastía familiar, dio muerte
al amo de la muerte y con ello reivindicó a los vivos. La joven ambiciosa por
el poder de una sola persona, terminó falleciendo en manos de su ser amado
(miembro de la realeza-heredero por sucesión), terminó a su vez desterrado por
su medio hermano, para evitar el castigo por asesino. Simplemente le dieron
otro trono, tal vez el que tenían antes los muertos.
En reunión de pocos,
decidieron quienes gobernarían a muchos. La distribución equitativa del poder
entre la dinastía familiar no se hizo esperar. Todos fueron monarcas. El enano,
el gran armador de la estrategia, no dejo de ser borracho, mujeriego,
inteligente, sagaz, y hermano de buen corazón, y con poder (quizás el verdadero
Rey detrás del trono). La polarización allí era la reina. Los apellidos se
imponían. El melodrama se mantenía, era necesaria y efectiva. Todos apostaban a
lo mismo. Seguir siendo dueños de lo que nadie más podía ser: la voluntad de
los súbditos.
En la nueva era, la
avalancha de opiniones en torno a los resultados de las elecciones
presidenciales de los Estados Unidos se ha exhibido a lo largo y ancho del
planeta como la fase de inicio de la nueva era del hombre americano. No era
para menos. Los ciudadanos de ese país considerado el más poderoso del mundo en
lo político, económico y militar, escogía al nuevo manda más entre todos. La
alienación de los extranjeros se hacía presente, evidente, consecuente y
altisonante. Demócratas vs Republicanos acordaron una vez más, profundizar la
polarización. El juego había iniciado y es cerrado. Solos los paridos en esos
partidos y que gocen de la voluntad de la cúpula tienen el derecho de gobernar.
Los demás deben sumarse o morir en el intento. El juego lo concentraron entre
capitalismo y comunismo. No se sabe realmente cual ideología gano. Esa es la
película, y allí su drama y acción.
Los venezolanos divididos en
opiniones mezquinas suman inconscientemente a favor del autoritarismo. Se
reclama por la libertad y terminan anclados en la zozobra que genera la
polarización política. Aquí la película sigue en blanco y negro, con pequeños
agregados al drama y sin acción. Se direcciona con base a las apetencias
particulares y se estigmatiza al contrario, buscando liquidarlo políticamente,
para evitar la disidencia (enano detrás del trono). Se fortalece al ser
retrógrado, al que llaman el hombre nuevo (así imponen su dinastía). Al final
para continuar con la insensatez, llamarán a esperar por las decisiones del
nuevo monarca norteamericano. Termina así la película Donald Trump, e inicia la
de Joe Biden.
ARTURO MOLINA
@JARTUROMS1
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