EL AGUIJÓN
CON
EL SOL A LAS ESPALDAS
POR: ARTURO MOLINA
El régimen de los
revolucionarios siglo XXI tienen su propósito definido desde antes de llegar al
poder. Siempre han seguido su libreto al pie de la letra. Se paran para
capotear el vendaval esporádico que se genera por algunos reclamos. Auspician
la confrontación y continúan con el calvario para los ciudadanos. Al observar
que las reglas de juego pueden cambiar, de inmediato activan el dispositivo del
llamado a la paz, unión y entendimiento. Anuncian estar listos para el diálogo.
Logrado el objetivo, arremeten nuevamente contra los derechos de los
venezolanos. Así impusieron las listas Maisanta y Tascón. El APARTHEID tuvo sus
seguidores, aplausos sobraban, hasta que les llegó la hora de sufrir y vivir en
carne propia la agresión del tirano.
Los espacios público y
privado les sirven a los auspiciadores de la exclusión para la agresión.
Apuestan a la desmotivación y el rencor. Formados para el buen vivir (Lenin,
Stalin, Trosky) sin tener que trabajar, se hacen de cargos en la administración
pública para doblegar a los funcionarios. Las universidades albergan a muchos
de ellos, dedicados a la seducción de los jóvenes para encaminarlos hacia la
barbarie. El verbo solidario es una farsa, y el pensamiento plural les genera
roncha. La libertad de expresión es su talón de Aquiles, al igual que la
propiedad privada. Esa es la vivencia diaria.
Los revolucionarios siglo
XXI generan acciones de choque emocional en las personas y familias. Cortan el
servicio eléctrico cada vez que les parece; restringen el uso del internet; niegan
el gas doméstico, y cobran posteriormente excesivos precios en moneda extranjera
por intermedio de las mafias creadas. Lo mismo ocurre con la distribución de la
gasolina. La escasez, devaluación de la moneda y apropiación de lo privado es
partitura de su música llamada control social. Eso les permite acrecentar la
pobreza y dependencia de los ciudadanos de las miserias que otorgan desde el
Ejecutivo Nacional. Cualquier eslogan es bueno siempre que golpee a quienes
consideran sus enemigos.
Privan de libertad a los
disidentes sin el debido proceso, y le siembran evidencia a su gusto y placer.
Resguardan los intereses de sus acólitos hasta el momento en que deben
sacrificarlos, pero antes les aplauden por el avance de sus fechorías. Todo es
resumido a la expresión de lavarse la cara para parecer pulcros y honestos.
Derrochadores de oficio y amantes de la impunidad evaporaron más de 700 mil
millones de dólares del erario público. Así son. Sienten que nada los puede
detener.
Esa es la estrategia desde
hace veinte (20) años de los revolucionarios siglo XXI. Desactivan el disfrute,
la distracción, pulverizándola con participación partidista. Son campeones
sembrando el desgano. Hablan en defensa de la Constitución y luego se mofan de
ella. Van por las tarjetas de los partidos para evitar la participación en el
escenario electoral. Auparon la división de la Asamblea Nacional y ahora las
decisiones vendrán desde su Tribunal Supremo de Justicia. Todo orquestado para
que los ciudadanos inscritos en el Consejo Nacional Electoral se queden en
casa, o para evitar que los contrarios inscriban su gente. Las condiciones
electorales las hacen difíciles de alcanzar, así crean la atmósfera de la
abstención y la traición entre los contrarios.
Salvar a Venezuela de la
miseria y la diáspora, requiere salir del sistema colectivista, eso es harto
repetido. La organización y el enfoque hacia el restablecimiento del sistema de
libertades es la única opción posible para devolver la tranquilidad y armonía a
los venezolanos, alteradas por el rencor y el odio del oscurantismo. Participar
es el camino. Lo demás es la anomia y desesperanza. Los revolucionarios siglo
XXI tienen el sol a sus espaldas, depende de cada uno de los ciudadanos evitar
que vuelvan a iluminar sus fraudes.
ARTURO MOLINA
@jarturoms1
jarturomolina@gmail.com