EL AGUIJÓN
MUJERES
Por: Arturo Molina
Referirse
a la crisis política, económica, social y cultural que padecen los venezolanos,
y la forma en que la han resistido, tiene como epicentro de la resiliencia a
las mujeres, quienes han asumido el rol protagónico en lo que ahora se denomina
la economía de subsistencia. Son el sostén de muchas familias ocupando trabajos
informales, emprendimientos e incluso varios empleos que le permiten compensar
en algo el paupérrimo ingreso salarial que perciben -de hacerlo en un solo
lugar- y que lamentablemente también tiende a colapsar. A eso se suma la
crianza de sus hijos y las toreadas que deben dar para superar los escollos que
se registran con los deficientes servicios públicos y la decadencia del sistema
educativo. Son seres especiales, porque hasta la maternidad implica un acto de
valentía en un país en el que se vive en la incertidumbre permanente, la
pobreza y la migración forzada.
Las
mujeres han tenido que salir a ponerle el pecho a la brisa, y el éxodo en su
mayoría dibuja su rostro. Las oportunidades negadas en suelo patrio las han ido
a alcanzar en otras latitudes. Muchas profesionales han conseguido empleos en
otras áreas, pero con eso logran reunir y enviar la remesa a su núcleo
familiar, lugar en el que permanecen sus hijos bajo el cuidado de abuelos u
otro pariente, sin poder dar el afecto que ellos se merecen. Algunas se
destacan y alcanzan renombre y reconocimiento internacional. Eso levanta el
orgullo y deja salir lágrimas de profundo sentimiento humano. La soledad y la
distancia hacen nudos en la garganta. El desarraigo es una herida hecha por la
crisis que se padece, al fragmentar familias y crear vacíos emocionales muy
difíciles de superar y que solo con el paso del tiempo se sanará, pero eso no
tiene por qué ser la norma. Han enfrentado el miedo y siguen adelante para
ayudar a los suyos.
La
crisis ha penetrado en lo profundo de la sociedad, exacerbando la violencia de
género, que fluye con un ruido estruendoso, como el agua hirviendo en una olla
de presión. La ausencia de políticas públicas dirigidas a la protección de las
mujeres hace mella en las instituciones, dejándolas en un horripilante estado
de vulnerabilidad. La alarma suena, pero son más los oídos sordos. Las
denuncias de violencia doméstica no siempre reciben la respuesta adecuada, y la
impunidad se impone ante el colapso. La trata de personas en áreas de frontera,
registrada en variadas denuncias que han salido a la luz pública, tiene como
centro a las mujeres. Algunas de ellas, desesperadas por conseguir mejores
condiciones de vida, las llevan a caer en la trampa de la explotación, en toda
la extensión de la palabra.
Las
mujeres han demostrado su inteligencia y valentía hasta la saciedad. Se han
organizado en redes de apoyo comunitario e impulsado iniciativas emprendedoras
aferrándose al valor de la solidaridad. Se adaptan y fortalecen entre sí para
derribar las barreras que les imponen. No les temen a los bostezos de algunos
engreídos, ni a gritos sobresalidos de la arrogancia. Se hacen grandes ante las
dificultades. Su empoderamiento, inclusión y participación son de vital
importancia para el futuro del país. Se trata de revisarnos para entender que
la igualdad de oportunidades no consiente mezquindades, ni a prepotentes. Es
admitir que ellas también tienen derechos y que deben ser respetadas.
La
voz de la mujer es la de resistencia en cada madre que lucha, que se desvive
por su familia. Es la voz de quienes desafían la crisis. Es el motor para el
cambio que necesita el país. Son eso, delicadas e inteligentes MUJERES.
Arturo Molina
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com