EL AGUIJÓN
¿LA REFORMA CONSTITUCIONAL A LA MEDIDA DE QUIÉN?
Por: Arturo Molina
La
Constitución de la República de Venezuela es la base que edifica el sistema de
libertades y la sana convivencia ciudadana. Su contenido está valorado a través
de la norma jurídica, pero se consagra por la vía del llamado pacto social dado
por el debate y la consulta a los ciudadanos para alcanzar acuerdos, que han
permitido en el tiempo la coexistencia como nación bajo el manto de los derechos
y las libertades. En consecuencia, la Carta Magna hay que verla como un todo y
no como una parte. En la actualidad se pretende imponer una reforma cargada del
capricho y sesgo ideológico de quienes ostentan el poder, para dar formalidad a
un modelo político que no apoya la mayoría de los ciudadanos.
El llamado Estado
Comunal, que sectores del gobierno intentan imponer, no está en el papel, pero
lo hacen funcionar de manera ilegal desde hace tiempo atrás, restando
competencias y recursos económicos a gobernaciones y alcaldías para otorgarlos a
ministerios que agrupan a sus allegados partidistas en las comunidades. El centralismo
y la dedocracia estrechan sus manos para ir en contra de la voluntad de los
ciudadanos, y en las comunidades prefieren pasar agachados porque de lo
contrario no les resuelven sus problemas. Ese modelo, lejos de ser una solución,
se ha convertido en una amenaza directa al orden constitucional. No es solo una
cuestión de política partidista, sino de calidad de vida de cada venezolano, de
la vulneración de los derechos ciudadanos.
El régimen traza
su estrategia sembrando la incertidumbre y la desconfianza. Genera el odio,
pero crea leyes que le permitan castigar al disidente. Priva de la renovación de
los permisos de funcionamiento de emisoras de radio y televisión a quienes no le
rinden pleitesía. La censura asume protagonismo al privar de libertad al
pensamiento distinto. La pluralidad no les es conveniente, como tampoco lo es
la educación y la salud de calidad. Siguen con su libreto de someter a los
ciudadanos. Utilizan espacios de los canales del Estado para arremeter contra
el que mejor les parece. Llaman a elecciones, pero estimulan la no participación
con acciones, que saben, son rechazados por los electores. Es el terror versus
la paz, el acuerdo, la armonía, el debate, el consenso, el diálogo.
En esa
perspectiva, algunos líderes de la oposición llaman a la abstención,
argumentando que primero se debe reconocer el resultado de las elecciones
presidenciales de 2024. Aunque es comprensible, esta postura puede ser
contraproducente. La abstención, en este contexto, no solo favorece al régimen,
sino que también nos priva de la oportunidad de ejercer nuestra voz en un
proceso electoral que, por imperfecto que sea, sigue siendo el único mecanismo
para cambiar las cosas (es la realidad presente). No entro en el detalle,
porque está descrito en el párrafo anterior, y es indudable que Venezuela se
encuentra en una crisis política, social y económica sin precedentes, pero no
es quedándonos en casa como se va a dar solución al problema. La puerta estaría
entonces abierta para que el régimen termine de establecer el control de las
personas, y con ello profundizar la desigualdad y la miseria.
Lo que está
en juego no es simplemente el cambio de la Constitución de la República de
Venezuela, es el derecho de los venezolanos a vivir con dignidad, a ser
escuchados, a decidir sobre su vida, porque en una democracia real los
derechos se respetan, al igual que se deben respetar los deberes. Sobre eso se
debe reflexionar con las familias y vecinos. Hacerse la pregunta: ¿la reforma constitucional
a la medida de quién?
Arturo Molina.
@jarturomolina1
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jarturomolina@gmail.com