RECONCILIACIÓN y ESPERANZA

 

EL AGUIJÓN

RECONCILIACIÓN y ESPERANZA

Por: Arturo Molina

La radicalización y el discurso altisonante por parte de los sectores políticos del gobierno y de la oposición, que apuestan a la polarización permanente, mantienen en situación de alarma al país, deteriorando la salud mental de los ciudadanos. La diatriba entre buenos y malos; ellos o nosotros; blancos y oscuros; azules y amarillos; rojos y violetas; no está dejando nada bueno para el futuro de la nación. La pobreza se incrementa, el hambre arrecia y el pan y circo no cesa. Agentes con debilidades para el análisis y comprensión de lo que acontece señalan a quienes no hacen lo que a ellos les parece con cualquier epíteto. Los que gobernaron ayer son los responsables, dicen, para intentar justificar y salvar su responsabilidad al momento de elegir. Se hacen eco de la narrativa que el gobierno ha enarbolado a lo largo de 25 años, para seguir corriendo la arruga. Allí la estrategia del actual gobernante ha tenido su buena pegada. Sin embargo, es pertinente recordar que el presente señala a los 4 vientos, quienes representan hoy ese pasado.

El país enfrenta un desafío descomunal para superar la crisis política, económica y social que está dejando huella imborrable en los núcleos familiares. Construir un modelo democrático que garantice justicia, prosperidad y convivencia pacífica pasa por una innegable transición, acordada a lo interno del país, con todos los sectores de la sociedad, bajo el valor de la honestidad en el análisis de lo que sucede, para reconocer errores y aceptar que la gente se siente asfixiada de mentiras, abusos y atropellos. Sin eso, no es posible articular estrategias claras y responsables para empujar el barco hacia puerto seguro. Allí las instituciones deben recobrar su autonomía para actuar en consecuencia.

La dolarización de la economía para la compra es un hecho no reconocido en el micrófono por el gobierno, pero está patentado en los anaqueles de supermercados, bodegas y empresas. La conclusión a la que llegan diversos estudiosos en la materia es que el sector gubernamental la aplica como estrategia para alcanzar la dependencia y el control social de las personas; por eso no hay incremento salarial en ninguna escala, ni hablar del innombrable salario mínimo que no llega a los 2,30 dólares mensuales. Desde esa perspectiva, obligan a las familias a conseguir varios empleos para obtener ingresos que les permitan la sobrevivencia. Quienes no lo hacen, entran en el terreno de la sumisión. Ante esos acontecimientos indeseados por la mayoría de los venezolanos (de todos los bandos y colores), es urgente alcanzar acuerdos para formalizar un cambio que facilite la inclusión social y el desarrollo y crecimiento sostenible. El planteamiento, entonces, de la transición no obedece solo al cambio del gobierno, sino a la integración social para evitar el abismo, a través del encuentro de un camino común que privilegie el bienestar colectivo por encima de intereses particulares o partidistas.

Restituir la confianza no es hacer promesas incumplibles en el corto, mediano y largo plazo. Es crear los espacios alternativos con desprendimiento. El liderazgo político debe volver a florecer bajo el auspicio de la narrativa respetuosa y el contacto con la realidad que viven los ciudadanos. Alejados de planteamientos excluyentes: viejos no, jóvenes sí. Todo para seguir disfrazando la mediocridad y ahondar en el fracaso. Ninguna transición tendrá éxito si las personas no participan activamente en la misma. Cada habitante tiene un rol que cumplir en el crecimiento y desarrollo del país. El camino es arduo, pero la recompensa será plausible y bien recibida por las nuevas generaciones. Hacer de la esperanza un acierto a través de la reconciliación es una necesidad ineludible para avanzar en la concreción de una Venezuela próspera.

Arturo Molina

@jarturomolina1

www.trincheratachirense.blogspot.com

jarturomolina@gmail.com

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