EL AGUIJÓN
LOS MAESTROS: HÉROES SILENCIOSOS EN
VENEZUELA
Por: Arturo Molina
El 15 de enero de cada año, se “celebra” el Día del Maestro
en Venezuela. Una fecha que invita a la reflexión y al análisis crítico constructivo
de lo que acontece en esa área social. Inicio así mis artículos de opinión del
2025, siempre con el ánimo de hacer aportes antes que a la descalificación, en
el entendido de que como ser humano reconozco mis debilidades. Expresar opinión
sobre los maestros, educadores, es asumir la admiración, tristeza y la
esperanza. Es una composición de sensaciones y emociones que se conjugan para
dar contexto al servicio profesional que facilitan a la sociedad, asumiendo el
compromiso, la responsabilidad y la vocación como punta de lanza, por encima de
las críticas condiciones socioeconómicas por las que atraviesan.
El abandono en que se encuentran los maestros es una
muestra del traspiés institucional que reina en el ente gubernamental, degradando
su labor profesional a niveles insostenibles. Ellos son el pilar de una
sociedad, “expresan
muchos gobernantes”, pero les dan como respuesta un puntapié cuando les recuerdan
que les están violentando sus derechos. El aprendizaje que debe florecer en las
aulas de clase con educadores formados para tal propósito es invisibilizado al
otorgarse la responsabilidad de educar a ciudadanos sin formación pedagógica. Los
condenan a subsistir con trabajos adicionales, a vender productos (comercio
informal, dicen), hasta que deciden emigrar. Buscar el sustento familiar los
obliga a asumir ese despropósito, que arroja un costo elevado en la formación académica
de las nuevas generaciones.
La
desvalorización de la profesión docente y del maestro como tal encierra un
mensaje aterrador al dejar ver que no es prioritaria para la formación de
ciudadanos críticos, comprometidos, responsables, con sentido de pertenencia,
capaces de aprender y enseñar, respetando las ideas de los demás. Se destruye
con ello la escuela y la base del país. El relajo asume la conducción, y con
ello, todo da igual. A pesar de esas circunstancias complejas y denigrantes,
los profesionales de la educación resisten el atropello. Es allí donde florece
su vocación y su entrega. Enseña porque creen en el poder de transformación de
la educación, al entender que cada niño y joven es la semilla del cambio que
dará frutos positivos si se cultivan con amor, de allí su dedicación. Tal vez
en ese contraste es que se les desprecia. Valores versus antivalores.
La
posición que se tiene como ciudadanos invita a revisar lo que acontece y exigir
a las autoridades gubernamentales dar el sitio que los maestros se merecen al reconocer
su importante labor profesional y tratarlos con respeto. Eso pasa porque el
Estado asuma que la educación es el eje central del desarrollo del país,
destinando los recursos que garanticen salarios acordes a la realidad socioeconómica,
a la capacitación permanente y para las condiciones laborales adecuadas.
Soñar
con un país donde las condiciones para los maestros sean las mejores del mundo,
llamados a formar parte del debate en la construcción de las políticas
educativas a implementar, no tiene por qué molestar a nadie; al contrario, sería
motivo de orgullo. Promover iniciativas para la integración de las comunidades
en favor de la educación también es un elemento a considerar. Los niños y jóvenes
merecen maestros que enseñen desde la abundancia, no desde la escasez.
Ser maestro
en Venezuela es un acto de valentía. A ustedes, mi más profundo respeto y
gratitud. Son quienes, con esfuerzo y sacrificio, están sembrando las semillas
de un futuro que, sin duda, será mejor si continuamos luchando por ustedes,
como ustedes lo hacen por nosotros. Son los héroes silenciosos y el ejemplo a
seguir. Dios los bendiga.
Arturo Molina
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com