EL AGUIJÓN
¿DIÁLOGO
PARA QUÉ?
POR: ARTURO
MOLINA
La protesta estudiantil, ahora convertida en social, ha
generado llamados al diálogo para establecer la paz y permitir la convivencia;
el dilema de tales llamados radica en los radicalismos existentes y en las
falsas promesas por mejorar la situación presente.
Los radicalismos se muestran ante las acciones de agresión
generadas; las evidencias hasta ahora muestran la torpeza del gobierno en el
manejo de la crisis. Las excusas forman parte del cultivo ante las afrentas
permitidas; los abusos “parece” gustarle a cierto sector del oficialismo;
excesos salidos a la luz pública por acto de la tecnología casera y el espíritu
de lucha emprendido, lo contrario sería negado por las actuales autoridades gubernamentales
(como efectivamente lo han planteado).
La exigencia de la protesta no ha evidenciado muestras
reales por parte del sector gubernamental para acordar, revisar y solucionar.
Ante las cadenas de radio y Televisión se habla de paz, y en esos mismos
minutos se ataca con “gas del bueno” a los manifestantes, encendiendo aún más
el disgusto, cortando la posibilidad de diálogo sincero.
El diálogo debe servir en tiempos civilizados para buscar
alternativas a la problemática presente; si el gobierno no da un giro de 180
grados en lo económico y respeta lo establecido en la Constitución Nacional,
simplemente se perderá el tiempo y a corto plazo la explosión social será de pronóstico
reservado. La escasez, inseguridad, corrupción, impunidad, intolerancia y anarquía
aceleraran el estallido social.
El desespero de los actores gubernamentales por imponer el sistema
de gobierno colectivista, ha provocado las reacciones de la sociedad; la
lectura dada a la protesta será fructífera si hay disposición a entender que
quebrar el aparato productivo para no producir nada e importarlo todo; meter a
la cárcel a dirigentes opositores para evitarse molestias o criminalizar la protesta
es dañino para el ejercicio de la gobernabilidad, lo contrario es regar
gasolina sobre el fuego ardiendo.
Es falso que la sociedad voto para la profundización del
sistema colectivista, los números de las elecciones presidenciales así lo
demuestran; también es falso que las elecciones municipales fueron el visto
bueno de la sociedad a tal deseo; en cada comunidad se voto por los dirigentes
para solventar problemas locales, no para imponer caprichos.
La juventud desea tener oportunidades en su tierra; eso lo
está negando el gobierno; las inversiones no se ven, y los dólares se han
regalado. La pretensión de establecer la burocracia gubernamental como solución
al desempleo es un absurdo. Arrodillar a la gente con dadivas tiene su límite,
y este llega al entrar la sequia de los ingresos. En consecuencia ¿diálogo para
qué?