URGE
UN NUEVO CENTRO DE GRAVEDAD
Por Claudio Fermín
Varios analistas
abordan la polarización como si se tratase de un fenómeno natural, como si
fuera de ella el debate público en nuestro país fuese impensable, cuando no es
más que un artificio producto de la astucia de Chávez, quien tradujo el
concepto de lucha de clases en un criollo pobres contra ricos. El tiempo fue
refinando los vocablos y se sustituyeron por “revolucionarios” que enfrentaban
a “antipatriotas”.
Quienes presumían
representar con pureza a chavistas o a escuálidos, lograron imponerle al país
un rebuscado código de segregación política. La lealtad al grupo se demostraba si se desconocía “al otro”, si
se le llenaba de los más insultantes epítetos. Lo ético era extinguir al
contrincante. El Presidente hablaba de enemigos externos y enemigos “internos”
de la patria. Nunca antes en la historia contemporánea del país se dilapidó
tanta energía. El éxito político era la supresión del otro. Vivimos catorce
años en una guerra civil sin enfrentamiento armado abierto pero la
confrontación se fortaleció con el sistema de recompensas impuesto por comandos
contrapuestos y por tirapiedras que jugaban a ser Antonio Leocadio Guzmán. Sólo
obtenían apoyo de medios y maquinarias quienes dejaban la vida en la ofensa y
la calumnia, quienes aceptaban las reglas de la mutua destrucción. Pocos se
mantuvieron en escena al margen de esos preceptos.
Continuas elecciones
ganadas por el chavismo, y la muerte de Chávez, moderaron los remoquetes y
desde hace más de un año el debate ha sido entre “gobierno” y “oposición”, pero
los opositores que reconozcan la bondad de alguna decisión oficial son
excluidos de la lista de “buenos” del comando oficial de la oposición y los
chavistas que adviertan alguna falla en el gobierno son presentados como
traidores. Esa polarización sólo busca arrasar con el contrario. Esa óptica no
debe seguir prevaleciendo. Requerimos de coraje político y honestidad
intelectual para comprender la compleja realidad que nos aturde, más que
imponerle “a juro” nuestros prejuicios al país. Venezuela necesita que la
abordemos desde otra óptica, desde la verdad y la coincidencia nacional.
Venezuela urge de un nuevo centro de gravedad que reivindique el debate
temático y el aporte de soluciones por encima de la mutua descalificación. Ello
no implica abandonar la crítica ni dejar de precisar diferencias, pero si
reclama colocar la realidad, el respeto a la verdad, por encima de
desafortunadas estrategias grupales.