EL AGUIJÓN
EL TÁCHIRA Y SUS DESAFIOS EN LA FRONTERA
POR: ARTURO MOLINA
La crisis socioeconómica que se evidencia en el Estado
Táchira, no es distinta a la del resto del país. La diferencia estriba en que su
ubicación geográfica la hace el epicentro del inicio y final de Venezuela, al
estar ubicado en el extremo occidental, y tener la frontera más dinámica de
América Latina entrelazada con el hermano país de Colombia, por el Norte de
Santander. La realidad que presenta es compleja, y de ser un espacio territorial
supra estratégico para la integración política, social, cultural, educativa y
comercial de los ciudadanos que la conforman, y del país en general, ahora se
encuentra en una encrucijada que de alguna forma condiciona el futuro.
El comercio formal, impulsado por el intercambio
binacional, ha ido siendo desalojado por la informalidad y el contrabando (que
no es nuevo, pero ahora reina en todo su esplendor) en el marco de la ausencia
de políticas públicas por parte del gobierno que incentiven y protejan la
producción. La ilegalidad es la vitrina, y la riqueza indebida es el norte que
se avizora en las esquinas de quienes pueden hacer inversión a su antojo, y con
ello crece la especulación y explotación del recurso humano. La devaluación del
bolívar, impulsado por mafias del dinero que hacen de las suyas en la zona, dan
impulso al auge del peso colombiano y del valor del dólar, dañando aún más la
ya maltratada economía nacional. Las narrativas descontextualizadas de los
voceros gubernamentales le sirven a los que se encuentran en la capital del
país para darse bomba ante los medios de comunicación e información, pero jamás
para que entiendan lo que en ese espacio geográfico acontece.
Las consecuencias de la centralización de las
decisiones están a la vista de quienes son actores permanentes en la frontera.
El detrimento de las relaciones de gobernantes municipales, regionales y las autoridades
nacionales, no necesitan ser explicadas porque la tensión se visualiza en la
distancia (de uno u otro bando partidista), y su resultado es la limitación
(para usar un término generoso) de políticas coherentes y sostenibles en el
tiempo, fomentando incluso, la migración del talento humano capacitado hacia
otras latitudes. Con la mesa servida y la carne destapada, solo les resta a los
zamuros hacer su festín. Los esfuerzos que se puedan hacer en alianza con el
sector privado (fundamental su participación) no dejará de ser una pauta
publicitaria, si la voluntad política en la toma de decisiones sigue siendo
monopolizada por el poder central. Los entuertos seguirán creciendo.
A la precariedad del empleo se suma la deficiente
prestación de los servicios públicos, sin excepción, que golpean igualmente a
los habitantes del eje fronterizo. Sin embargo, los ciudadanos que hacen vida
en ese sector persisten en su lucha por la consecución de mejorar la calidad de
vida. Si el gobierno central levanta su mirada, el Táchira puede ser el puente
para convertirse en el modelo de desarrollo que el país necesita. Con
desprendimiento podría lograrse, para que los complejos no les sigan nublando
la vista.
Arturo
Molina
@jarturomolina1
www.trincheratachirense.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com